Más del 90% de plazas y parques públicos están plagados de huevos que
han sido liberados en las deposiciones de perros y gatos.
De
éstos, un pequeño porcentaje está larvado, lo que puede originar
compromiso de hígado, sistema nervioso central y ojos.
Los huevos eliminados por los animales, especialmente cachorros, quedan
en el suelo y, dependiendo de las condiciones ambientales, pueden
sobrevivir incluso durante varios
años afectando, en su gran mayoría, a
los niños que son los visitantes más asiduos de estos recintos públicos.
Es
que los menores, al jugar con tierra, pueden llevarse las manos a la
cara, morderse las uñas e ingerir de paso estos huevos larvados que
ingresan al intestino. Una vez dentro lo atraviesan hasta llegar al
hígado.
Del huevo sale la larva y comienza a desplazarse, por eso se conoce como
larva migrante visceral. Lo que hace es buscar un camino al interior del
organismo. Lo más usual es que el sistema inmunológico lo detenga a
nivel del hígado, que es el órgano encargado de filtrar las toxinas.
En
algunos casos, el parásito logra traspasar este filtro y continúa su
trayecto llegando incluso al cerebro, donde es encapsulado por el
organismo que forma un granuloma inflamatorio. Esto puede provocar,
además, una encefalitis que genera convulsiones, compromiso de
conciencia y un cuadro neurológico severo, explica la pediatra Leonor
Jofré, académica del Campus Norte de la Facultad de Medicina de la
Universidad de Chile.
El 8% de la población tiene la larva
Se calcula que en Chile la toxocara de perros en animales menores de un
año oscila entre el 23% y 40%. En gatos la infección es cercana al 50%.
Los
niños de corta edad son los más susceptibles. Los estudios serológicos
practicados en población presuntamente sana de Chile señala que el 8,8%
ha estado en contacto con las larvas, explica la doctora Isabel Noemí,
Pediatra Parasitóloga del Campus Oriente de la Universidad de Chile.
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